Oficiada por Ricardo Falla Sánchez Sj. 11 de julio de 2021
Lectura del Santo Evangelio según San Juan.
Jesús profundamente conmovido, otra vez vino al sepulcro. Era una cueva y tenía una piedra puesta encima. Dijo Jesús: “Quiten la piedra”. Marta, la hermana del que había muerto, le dijo: “Señor, ya huele mal, porque es de 4 días”. Y Jesús le dijo: “¿No te he dicho que si tú crees, verás la gloria de Dios?”. Entonces, quitaron la piedra de donde había sido puesto el cuerpo. Y Jesús, alzando los ojos a lo alto,
dijo: “Padre, gracias te doy por haberme oído. Yo sabía que siempre me oyes. Te lo dije por causa de la multitud que está alrededor para que crean que Tú me has enviado. Y habiendo dicho esto, clamó a gran voz: “Lázaro ven fuera”. Y el que había muerto salió atado las manos y los pies y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: “Desátenlo y déjenlo ir”.
Esto es Palabra de Dios.
Pueden sentarse un momentito. Unas pocas palabras. Este Evangelio, si se recordarán los que estuvieron en la celebración de los 90 años en una misa que tuvimos en la casa de Juan José, fue el mismo Evangelio, el Evangelio de Lázaro y pueden ustedes recordarse que, en aquel momento dijimos, “fíjense, Jesús resucitó a Lázaro, pero Lázaro, después murió. Murió otra vez. Dos veces murió Lázaro”. Una vez, no podemos decir que de mentira, pero una vez, sin pasar a la otra vida. Murió su cuerpo, pero su espíritu no pasó a la otra vida. En cambio ahora sí, la segunda vez, porque el contagio que pasó Juan antes de noviembre, fue… Bueno, estuvo a las puertas de la muerte y fue como un milagro, como una resurrección, y así lo celebramos cuando cumplió los 90 años, porque incluso estaba lúcido, mucho más lúcido…, con esa su mente clara con la que recordaba todas las cosas que había vivido o muchas de las cosas que había vivido.
Entonces, hoy estamos pues celebrando… ¿Por qué celebrando? El paso de Juan José a la otra vida, ya definitivo, ya nos dejó. En el momento en que murió… Hoy es 11. El día de ayer murió a las 12 de la madrugada y un minuto, cuando se le paró el corazón. Nosotros pensamos, yo lo comenté con Inés, pensamos nosotros, “ahora ya murió”, pero pensamos, “ahora está viendo ya a Dios, está viendo a Dios”. Y nos podemos imaginar qué tanto pudimos nosotros en esta vida hablar de Dios, desde que somos chiquitos, [oímos decir] “esto no le gusta a Dios…”. Nos regañan así, pero nadie ha visto a Dios. ¡Nadie ha visto a Dios! Dios se convierte en una moneda sucia que usamos cuando nos conviene, muchas veces, no siempre. En cambio, cuando pasamos a la otra vida, entonces vemos a Dios cara a cara y podemos decir, “¡Aaala! Esto es Dios”.
Entonces, Juan está en estos momentos ya en la plenitud de la gloria, de la alegría y de la paz. ¡Esperamos! Porque de nada tenemos nosotros absoluta certeza, con evidencia. Tenemos la certeza de la fe. Entonces, dentro de este contexto de Resurrección… Y fíjense en una cosa también curiosa, que son esas cosas pequeñitas que suceden y después uno dice, “ah, esto como que tuvo sentido”. Antes de morir había como 10 personas en el cuarto rezándole el Rosario, rezándole el Rosario. ¿Y qué misterios escogieron? Escogieron los misterios gloriosos y Juan ya no murió el viernes, sino que murió el sábado, el primer o segundo minuto del sábado con los misterios gloriosos de Resurrección. Nosotros quedamos tristes y lloramos. Y es bueno llorar y no aguantar las lágrimas… [pero él ya nunca llorará].
Como segundo punto en este contexto. Algo sobre la figura de Juan. Es un poco, digamos, comprometido, o no sé si es atrevido, que un hermano dé su figura, pues es parcial, no es lo mismo que alguien que no es de la familia, ni menos hermanos, no. [Pero] yo estuve preguntando, incluso ayer en la funeraria, cómo lo veían. Entonces, esto [que digo] puede ser parcializado, pero yo digo algunas notas. Fue un hombre justo y ecuánime, ecuánime, equilibrado. Un hombre reconciliador, buscando siempre unir a las partes. Unir a las partes. Incluso, en momentos de conflicto de intereses. Un hombre muy inteligente, de gran memoria. Nosotros dos fuimos hermanos pegaditos. Éramos 4, éramos Cristi y Neto, Juan y yo. Entonces, yo siempre iba a la cola de Juan. Recibíamos clases de inglés juntos, era él el que sabía, yo iba pegado a él. Muy inteligente. Un hombre generoso, no agarrado a sus bienes, un hombre dedicado y personal con toda clase de gente, con el personal de salud. Ustedes saben, cuando hay personal de salud al lado, lo tienen al enfermo, lo tienen corto, tiene que cumplir, tiene que obedecer, entonces es una relación continua, la última en su vida. Yo, por lo que vi de las dos enfermeras que estuvieron cerca de él, le guardaron mucho cariño y mucha dulzura en la forma de cómo lo trataban. Fue delicado, personal, con la gente de servicio. Creo que allá está Rigoberto [en el coro], el piloto. “Mi patrón”, dice él, “mi patrón me dijo esto”. Ahí está Teresa que vino, no en avión, pero casi en avión, desde Momostenango hoy. La Carolina y su hermana, todos ellos recibieron, creo yo, un trato personal.
Dentro de esta iglesia, habrá gente que lo conoció en otros ambientes, universitarios, porque él fundó la Universidad Landívar, o empresariales, que yo no conozco, o incluso familiares, en los que hubo tal vez algunas tensiones. Entonces, el último punto. Nos deja un legado a la familia, la familia que está aquí y creo yo que nos deja un legado… a las amistades. Primero, un legado de unidad familiar, pero un legado de unidad en una etapa distinta de la vida que él vivió y que nosotros [vivimos]. Yo también viví una vida [distinta]. Ahora estamos en una etapa de la historia, globalizada. Bueno, ustedes vinieron desde Ginebra, llegaste ayer. Antes, en barco. A Nueva York, en barco, un mes o semanas… Tú, viniste de Estados Unidos. Etapa global. Y aquí en Guatemala y, creo yo, que en el mundo también, una etapa polarizada. Tal vez en algunos países esto es más nuevo, en el nuestro la polarización es de vieja data. Y a Juan le tocó vivirlo en carne propia, verdad. Ayer lo platicamos con Roberto, nuestro primo, en medio de la bulla de la funeraria. Él estuvo recordando, cómo fue el secuestro y, sin embargo, alguna otra vez yo le oí hablar a Juan [de esto] y no sentí yo que guardara resentimiento de venganza a Turcios a quien conoció cara a cara… y se encontró con él después. Entonces, es una etapa distinta, pero con esa polarización.
Una etapa, creo yo, de mayores contrastes – no nos encerremos en nuestra burbuja – de mayores contrastes entre pobres y ricos, más pobres y no solamente en números, sino más pobres, más miserables. Los vemos esos contrastes. Entonces, es un legado. A él le tocó vivir otro tiempo más conservador. A ustedes les toca enfrentar estas polarizaciones y estos contrastes con más energía, pero no más energía para encerrarse en los propios intereses, sino para que, dijera yo así, los dividendos no priven sobre los intereses de los trabajadores. Que los dividendos no priven sobre los intereses de los trabajadores. Ustedes se sientan en una mesa a discutir en la empresa esto y lo otro, y muchas veces se olvidan de dónde viene esta riqueza. Viene del trabajo, no del capital, el capital no se multiplica a sí mismo, el capital es muerto. Vean, esto es pura encíclica del Papa, pero es una responsabilidad, una gran responsabilidad.
Y luego, estamos en una etapa aquí en Guatemala donde la polarización ya no es armada, ya eso lo dejamos atrás, pero existe la polarización. ¿Cómo podemos ser dialogantes, pensar en la otra persona, pensar en el otro grupo? Esto yo creo que es muy importante. Yo no sé cómo están conformadas las cosas aquí en la ciudad de Guatemala, me figuro que muchos ustedes tienen influjo en las cámaras. Entonces, antes decíamos la elit, solo decíamos la elit, hoy dicen las élites, despectivamente, si lo ven ustedes en los medios, las élites. Hay un librito de Alejandra Colom que es muy bueno, que las analiza.
Entonces, traten ustedes de influir para que las élites o las elít sean abiertas, abiertas. Estamos en un mundo de cambio, no podemos encerrarnos. Creo yo que si Juan estuviera con su edad, con la edad de ustedes en este momento, sería abierto, reconciliación. Entonces, este es el momento en que estamos despidiéndonos de Juan José aquí. Yo estoy en este momento un poco como habla el Papa, no que yo sea el Papa, pero sí, el Papa cuando habla, a veces dice “Urbi et Orbi”. Habla a Roma y a todo el mundo. Ahora estamos en Facebook, esto se está transmitiendo en Facebook, a saber quién lo está oyendo, en Checoeslovaquia o en Afganistán, incluso, a saber. Entonces, lo que hacemos tiene repercusión en todo el mundo. En Italia, en Turín. Repercusión en todo el mundo. Que Dios nos ayude en este momento de la historia que nos toca, hoy que murió Juan. Él deja su legado escrito, siete tomos, siete tomos que están en La Marroquín, en la Universidad Marroquín. Ahí los dejó en físico. ¿Quién los va a leer? Son cosas muy particulares, pero ya los pusieron en línea, ya los pusieron en línea. Entonces, están abiertos a todo el mundo para que consulten o puedan consultar ahí las escrituras del tiempo de la colonia. Un gran trabajo silencioso de años, y con esto termino. Yo muchas veces he pensado, si Juan José hubiera sido jesuita como yo, supongamos que hubiera sido… Fue soltero. Pongamos que hubiera sido jesuita como yo, ¿en qué hubiera parado? Yo creo que lo hubieran hecho Provincial, Superior Provincial, por su manera de gobernar, su manera sensata, justa, prudente, apegada a la realidad y consciente del pensamiento de otras personas. Entonces, vamos a pedir a Dios esta gracia, que es gracia de Resurrección, es gracia de la fe. Vamos a pedir a Dios esta gracia porque solo con nuestras fuerzas no lo alcanzamos. Es muy difícil. Entonces, nos ponemos de pie y vamos a rezar el Credo. (Transcribió Jeremías Pu Joj).